Los humanos vivimos y trabajamos con marcos de referencia. Lo hacemos así para no forzar nuestros cerebros constantemente. ¡Qué ponemos el piloto automático, vamos! Es lógico -evolutivamente hablando- hacerlo así, por eso se nos olvida la buena parte de lo que ha pasado el día anterior. Esa comodidad cerebral tiene inconvenientes, cuando nos acostumbramos a algo nos cuesta dejarlo y lo que es peor, no nos planteamos su vigencia defendiendo el statu quo. Es nuestra área de confort.
Se han plateado por qué gestionamos como lo hacemos. ¿Puede haber otros formatos más lógicos de gestión?, ¿estamos tan habituados a los actuales (a los que utilizamos o a los que deberíamos utilizar) que no nos planteamos cambios radicales? Probablemente las respuestas sean afirmativas en ambos casos.
Las empresas tienen un mérito enorme cada día que abren las puertas, incluso en las que están mal gestionadas. El caos presiona para que cualquier resultado no se produzca, luego realizar un trabajo que es facturable es vencer al caos. Otra cuestión es seguir mejorado para acabar de ganar a las fuerzas que impiden la conjunción de voluntades para el logro.
Hay cuatro niveles de gestión:
- Las empresas que sólo cumplen con la legislación fiscal
- Las empresas que gestionan basándose en informes a posteriori
- Las empresas que trabajan sobre información a posteriori, pero en detalle y con sus relaciones visibles y ocultas (Business Intelligence)
- Las empresas que gestionan por reglas en tiempo real
Por ser explícito, el balance es un continuo igual que otras muchas variables de gestión empresarial, se debe calcular permanentemente y en tiempo suficientemente real. Es impensable gestionar una central nuclear a posteriori, con información del mes pasado, incluso de la semana pasada. Es inoperativo y sobre todo sería tarde para cualquier acción.
Aquella gestión visual que permitía a los «encargados» la correcta ejecución y las mejoras necesarias ante cualquier desviación que apreciaban directamente con sus ojos, debe ser actualizada a nuestros días. Las paredes de nuestros despachos ya no son el problema que nos impide «ver» como ejecutamos como lo era hace bastantes años. Ahora trabajamos en diferentes países, cada vez nos veremos menos presencialmente. Tendremos colaboradores internos y externos.
Necesitamos otros sistemas de gestión que funcionen en tiempo real, que sean ágiles y que los cambios sean algo natural y rápido para ellos.
Todos debemos cooperar, Hacienda Pública permitiendo esa gestión que no sólo persigue la liquidación del Impuesto de Sociedades; las universidades que deben ahondar y enseñar los nuevos métodos y finalmente, los profesionales que debemos utilizar los nuevos métodos y adaptarnos a su tempo de seguimiento.