Todos hablan de volver a industrializar, puesto que es una de las causas de nuestra involución económica y del desempleo. Un modelo productivo se puede cambiar, pero se requieren muchos años y la creación de la infraestructura necesaria y que estaré compuesta de personal con los conocimientos necesarios y de una industria auxiliar. Universidades, institutos y colegios deben estar alineados con el propósito. Los que no podrán son los políticos que nunca han pisado una fábrica, ni una ingeniería, ni una consultoría
Para empezar la industria que nos hace falta es la secundaria, esos talleres que van a más, esas empresas -que abunda en el Reino Unido- que fabrican productos avanzados para todo el mundo desde pequeñas naves: ingenierías de productos mecánicos, trajes de neopreno especiales, cortes de vidrio innovadores, estructuras de madera a medida, etcétera. Eso permite una industria de la restauración de automóviles impresionantes, casas de diseños singulares, etcétera. Eso, en España se ha perdido.
La industria la crean los emprendedores y lo que más necesitan son habilidades y financiación, pero sobre todo las primeras ya que el tejido industrial valenciano ha desaparecido en buena parte. Por eso, son las universidades -en especial las politécnicas- las que más están ayudando a una nueva industria, aportando conocimiento y práctica.
Para cambiar el modelo productivo hay que plantear un equipo multidisciplinar, contando con los empresarios industriales, las universidades y jóvenes que vean que hay mucha industria en la que desarrollar su vida y ser útiles al país y que hay mucho más allá del Big Data. En la zona de Ontinyent-Alcoi son maestros en sobrevivir a las crisis, pero en toda la zona siempre ha habido industria, lo llevan en la sangre. No hay que cambiarles el modelo productivo, sólo ayudarles a través del estudio de la generación de una industria incipiente para criarla con cuidado.
Nadie puede levantarse una mañana y mirándose al espejo decirse: «Tú vas a cambiar el modelo productivo», eso no funciona. Lo que hay que hacer es saber dónde están los focos con tradición industrial, dónde están los que saben, los emprendedores de verdad, los que tienen financiación, los que tienen polígonos vacíos, los que saben abrir mercados, las oportunidades y tendencias del mercado, dónde están los que compran, donde esté la industria auxiliar que se necesita y empezar a liarla mojándose y perdiendo suelas. La Administración tiene que ayudar no sólo dando ayudas, sino dejando crecer y luego recaudar y, si no sabe qué hacer, estarse quietos.
No quiero acabar sin mencionar a aquel buen responsable del gabinete de estudios de un gran banco y que más tarde fue un pésimo ministro de industria y que llamó a Jeremy Rifkin para que nos ayudase a cambiar el modelo productivo con Zapatero. En fin, lo único que cambió es la vista de un ministro sin corbata en verano. Los que escriben libros son eso, autores de libros tras estudios teóricos, pero de ahí a cambiar el modelo productivo de un país hay mucho trecho.
No me extraña que muchos expertos piensen que «la mejor política industrial es la que no existe» y es que -con frecuencia- la estrategia de los gobiernos entorpece más que ayuda.