Estamos en una charla de gestión y aprovechamiento del tiempo y el ponente pregunta: ¿Quién quiere ser más productivo? Y, en varios segundos, todo el mundo levanta la mano. ¡Pero bueno, eso es absolutamente una gran mentira! Nadie quiere ser más productivo en su empresa. Digamos la verdad. Una parte de los presentes pensó: ¿Con qué aumento salarial? Y otros se preguntaron: ¿Y yo qué gano con eso? Otra parte de los asistentes levantaron su mano porque entendieron que la pregunta era: ¿Quién se quiere ir ya a casa?

Los empleados no quieren (o queremos) ser más productivos, lo que queremos es que la ejecución del trabajo nos sea más motivante y a la vez más retante (pero posible con nuestra capacidad y preparación) y satisfactoria, si eso también mejora la productividad para la empresa, perfecto. Lo demás son, historias y reacciones de «bien queda» porque estamos en público y no queremos desentonar y, con total seguridad, en otros casos son cuestiones que no se plantean. Con apuntarse a un maratón al año, ya tienen objetivo suficiente.
El trabajo mecánico y rutinario es alienante y el abierto genera ansiedad por decidir qué hacer para conseguir lo que esperan de nosotros. Ahí estamos, pillados en el día a día. Por eso, cuando se terminan las vacaciones de verano y tenemos que volver al tajo, el número de depresiones aumenta brutalmente, nos damos cuenta que -de nuevo- debemos dejar de gestionar nuestras vidas para pasar a lo que hay que hacer.
Estoy seguro que en los próximos años vamos a cambiar de modelo del trabajo y entraremos en una época orientada a los resultados. No tiene ningún sentido que se castigue con más horas de las que necesita a quien acaba antes y con mejores resultados. Seguro que el clásico claim de la gran Lola Flores, puede modificarse para el caso y que en las empresas se acabará diciendo: «Si me queréis, conseguid los objetivos e irse». ¿Para qué estar ocho horas si puedo hacer mi trabajo en cinco horas y media? El concepto de productividad de las máquinas, no debe ser aplicado al ser humano, en un caso el output es cierto y estable y, en los humanos es variable y con incertidumbre. Desenchufen a sus empleados y pasen a gestionar su output de otra forma. Como decía Pío Cabanillas padre: «Lo que no hagas en la primera legislatura, no lo harás nunca», aquí también es aplicable: «Lo que no hagas en cinco horas, no lo harás en ocho».
Dicho esto, necesitamos sistemas que gestiones los objetivos y que ayuden a los empleados a conseguirlos. estoy absolutamente seguros, que la motivación por acabar cuanto antes y volver a la vida personal -garantizando los resultados- haría milagros.
Para el periodo entre cambios, recomiendo lo que le decía -su padre- a mi amigo Enrique: «Ya que lo tienes que hacer, encuéntrale un motivo que te mantenga interesado». ¡Qué gran consejo! Es una recomendación Zen.