Es un tema clave desde hace muchos años que se ha ido agravando hasta el presente, pero para el tipo de economía hacia la que vamos será la clave. Se trata del logro de las actividades y tareas que son necesarias para el progreso del negocio y el cumplimiento del objetivo empresarial y a todos los niveles.

Muchas son las empresas que manifiestan que se han creado una serie de rutinas en sus empresas que son seguidas por los empleados, pero que no les hacen progresar porque están basadas en el mínimo admisible, los cuales, al deteriorarse la rutina, son insuficientes. Por otra parte, la forma en la que se desarrollan las tareas -el trabajo, en definitiva- tampoco es la adecuada. Poco y mal hecho, no es un buen camino. Cada vez más, se escucha ese claim laboral de: «No tengo ni un minuto libre, no puedo hacerme cargo de eso» o, «el mes que viene lo haré, antes es imposible», son frases muy repetidas, con frecuencia porque han observado que si se aceptan nuevas tareas, les caerán un sinfin de nuevos encargos a diario, así que cerrando la puerta se evitan subir el máximo admisible, que es lo que se intenta desde las empresas.
No se trata de hacer más, sino de hacer lo correcto y a tiempo. Podríamos decir sin riesgo a equivocarnos que lo que se necesita es aprender a trabajar, no hablamos de un aumento de la productividad. Se puede observar en mil ocasiones de quehacer diario, es como un mundo de becarios a los que hay que instruir y supervisar su progreso, aunque ya lleven varios años en el puesto.
Imaginemos esa problemática con muchos empleados trabajando desde su casa, sin ese pulso diario que nos aporta información del avance de la operación. Esas relaciones no pueden estar basadas en la desconfianza, tampoco en el desentendimiento del cumplimiento, así que necesitamos metodologías para poder gestionar que se han ejecutado lo que se requiere de los empleados, permitiendo que sean ejecutadas de forma inteligente y personal, pero que aseguren el cumplimiento de los objetivos.
Por otra parte, los sistemas de revisión a posteriori han demostrado que no sirven a través de los muchos años que se aplican. uno se acostumbra a las regañinas por no haber hecho lo que se comprometió hacer y hasta la siguiente ocasión o reunión mensual, por lo que sólo cabe una gestión continua e involucrada en la operación diaria, desde luego, sin llegar a micromanagement que atosiga a los empleados, sino como quien está controlando los parámetros de un avión o de una central nuclear, en los que no hay espacio para el desfase. Es muy parecido a cómo funciona un comando en el que todos se gestionan porque saben que la interdependencia es fundamental para la supervivencia. La formación del equipo, la operativa de memoria, la confianza y la efectividad personal y del equipo, serán los medios del éxito.
La metodologías ágiles aportan la base de esa forma de operar y gestionar. Con saber lo que hay que hacer, su temporalidad y frecuencia, ya tenemos el conjunto de oro.