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La medición del capital intelectual de las empresas: el know how no está en el balance

Edvinsson y Malone. Ed. Gestión 2000

Debido a que los balances no reflejan el know how de las empresas, hace más de 20 años, se desarrolló un sistema de medición del nivel de conocimiento y capacidad de una empresa, lo que venía a contemplar el capital intelectual. Desgraciadamente, los balances están obsesionados por concluir en un resultado para liquidar el impuesto de sociedades y no para reflejar el verdadero activo de una empresa: su capacidad. ¿De qué vale que hayas tenido un gran éxito con un producto si no tienes la capacidad de repetir ese éxito?

En Skandia -de la mano de Edvinsson y Malone- establecieron un sistema de medición que determinaba el capital intelectual, ese intangible que es el verdadero motor de una empresa. hasta esa fecha se podía determinar a través del fondo comercio y otros sistemas de medición indirecta que de una forma u otra, reflejaban el buen hacer durante un periodo de tiempo suficiente. ese capital intelectual era el output de gestionar el conocimiento de la empresa, de ir incorporando la esencia de la operación y mejorarlo año tras año mediante experiencias -malas y buenas- y profesionales que tengan la potencialidad de aumentar ese capital inmaterial.

Desde la eclosión de las punto com, hemos visto vender y comprar empresas por muchos millones que no habían conseguido mucho y que luego eran vaciadas hasta quedarse sin nada y diluidas entre las marcas del comprador, porque nada tenían. Era otra liga, el objetivo y el interés era otro. El capital intelectual brillaba por su ausencia, a veces, tampoco el balance decía mucho más.

Con frecuencia hemos comentado que la capacidad de conseguir clientes y mantenerlos en el tiempo, así como las bases de datos de los clientes y de los que no lo fueron en el pasado pero pueden serlo en el futuro, deberían de figurar en el balance. Sin duda, ese valor es parte importante del capital intelectual.

No obstante, el balance refleja -de alguna forma- la falta de ese capital intelectual o de un nivel insuficiente. Por ejemplo, un alto nivel de inventario de materias primas indica la falta de excelencia en la gestión de ese activo, aunque esté reflejando un activo, o la de productos terminados, que indica la excelencia de la operación de nuestra fuerza de ventas y/o canal indirecto.

La secuencia aprendizaje, gestión del conocimiento, el capital intelectual, es el que lleva a una empresa a progresar en los mercados. La selección de recursos y capacidades en el tiempo -lo que algunos llaman gestión del talento- es la materia prima del Capital Intelectual. Para los que puedan opinar que eso no es para las pymes, decirles que están en un error, es un grave error. Las pymes tendrán limitados sus recursos y su dimensión, pero deben procurar en la medida de lo posible construir -poco a poco- ese perfil redondo que cubre con más que dignidad las áreas clave para su crecimiento como empresa.

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