Que la pregunta «por qué» provoca balbuceos de forma inmediata, es una verdad absoluta. En las empresas hay miles de opinadores y si les preguntas el origen de sus manifestaciones, se escucha de todo: ¡Hombre, está claro! O, un «Yo lo veo así» y un sinfin de expresiones de este tipo.
No hay mucha gente que cuando ven la descripción de una situación, analizan correctamente causas y efectos. Como ejemplo, basta que varias personas lean el mismo libro y comenten sus conclusiones, para darse cuenta de esta realidad. Algunos comentarios te dejan patidifuso y es porque algunos lectores tienen más creatividad que el autor y mentalmente escriben otra obra que sólo han visto ellos. Esa creatividad se da en todas las situaciones de la empresa, algunas opiniones son verdaderas obras de imaginación.
No se trata de falta de comprensión ni de empatía ni de tolerancia empresarial, tampoco de innovación -virtud que algunos plantean cuando proponen una soberana tontería-, quien quiera expresar una postura, que la defienda con datos. Así lo obligaba Deming con su «En Dios confío, el resto todos con datos», aludiendo a la leyenda de los billetes de un dólar.
Siempre he estado contra las opiniones, tal vez valga para las obras literarias o las pictóricas, pero para las estrategias empresariales solo el conocimiento y la experiencia tienen sentido. La innovación es bien recibida si se genera en un proceso lógico y no es la gran idea de alguien.
Parte de la culpa del proceso opinador lo tienen las reuniones, ese cuadrilátero empresarial en el que varios contendientes miden sus fuerzas y discuten sobre qué hacer, cómo mejorar o por dónde ampliar, la cuestión es confrontar ideas, cargos y caracteres. los directivos que asisten gozan con los gladiadores y van añadiendo puntualmente sus opiniones y sus experiencias, completando así la paella: «ponle más sal», «Déjala que hierva más», «Qué se quema», «No pongas mucho arroz». Ya me entienden. La ejecución requiere responsables únicos o equipos bien coordinados.
Este es un método de gestión muy utilizado: la reunión. Se da cuando al management -en lugar de gestionar- les gusta el debate y la toma de decisiones que nunca se ejecutan, pero que sirven para volver sobre el tema al cabo de varios meses y entretenerse mientras. El número de horas y dinero que se pierde en reuniones es brutal y, todo porque no se aplican otros sistemas de gestión.
Las opiniones es el triunfo de la falta de argumentos de peso y es un desgaste enorme si tienes que implantar una estrategia, todo el mundo quiere dejar su impronta en el proyecto y, al final queda una estrategia Frankenstein, con cinco padres y ningún responsable.