El marketing agile o ágil, como aplicación de esas técnica de management a la función comercial es de gran utilidad en la empresa actual y en la que viene. Están fundamentadas en la flexibilidad y la operativa inmediata, apostando por abandonar cualquier metodología rígida, pesada, excesivamente planificada hasta el logro final, en tiempos en los que los cambios es lo único constante.
Con origen en el desarrollo de software, las metodologías ágiles se han extendido a todos los rincones de la empresa porque induce al movimiento evitando el mal de «A la parálisis por el análisis» al que son tan dadas las empresas con reunionitis, en las que se habla, se habla y se habla, pero nunca se hace ninguna acción.
Es como cuando un incendio o una vía de agua en una embarcación, nos hace dar cuatro instrucciones urgentes a los presentes, para conseguir la supervivencia, para más tarde tomar acciones de mantenimiento y mejora de la situación. Se trata de ponernos en marcha rápidamente y conseguir el primer objetivo vital.
Estos equipos son colaborativos, multidisciplinares, orientados a la acción sobre la planificación a largo y medio plazo, porque se trata de ponerse en marcha en grupos pequeños que, contrariamente a lo que venía siendo la costumbre (que también costó conseguir…), lo que prima es el logro diario y su mejora, frente a la reunión de planificación, al análisis de los segmentos de clientes durante seis meses, al análisis de la mejor forma de atacar a un segmento target, a esperar a un curso para el cambio de la metodología de ventas, a esperar a que nos envíen de la sede central una presentación corporativa, a utilizar un software de gestión comercial que comprará la empresa el año que viene, etcétera. No es un planteamiento de anarquía y autodeterminación, es un ejercicio de comenzar ya, sin esperas y -aunque sea rudimentariamente- conseguir lo que se pueda disponer en breve y, después, ir creando sobre el logro primigenio hasta llegar al objetivo final.
Las naciones y culturas que estamos más acostumbradas a la improvisación tenemos una gran oportunidad fruto de esa debilidad en nuestro proceder habitual. No obstante, como comentaba en el párrafo anterior, hay cierta rigidez en la gestión del cumplimiento y el cambio diario. En realidad, lo que cambia es el horizonte de planificación, pasando del largo plazo al diario en el que todos tenemos tareas encomendadas que están monitorizadas para que todo el grupo sea consciente del avance y de los cambios.
Puede parecer que es un formato que llama a saltarse los procedimientos y las reglas y, lo es en la medida que son normas anquilosantes que impiden la agilidad. ¿Cómo si no podría un funcionario asistir a un evento formativo de pago si se anuncia con siete días de antelación, pero es necesario? Claro, asistiendo y ya veremos cómo recupero el gasto acometido. Son los bandazos que tienen que dar las organizaciones cuando un hábito positivo conseguido en el tiempo se vuelve limitante.
Si tenemos necesidad de asistir a una fiesta o una cena de gala que exige un esmoquin y no lo tenemos, sólo caben unas pocas opciones, lo alquilamos, lo pedimos prestado a un amigo (aquellos que tengan amigos ingleses, una dinner jacket o, un tuxedo en el caso de amigos americanos) y, en el peor de los casos intentarlo con un traje negro y un corbatín esperando que se apiaden de nosotros, pero cualquier cosa menos quedarse en casa lamentándose y esperando al año siguiente. Como alternativa, que el equipo ágil piense y decida qué hacer, porque asistir hay que asistir.
¡Enhorabuena por el post! El covid ha evidenciado la necesidad de aumentar la flexibilidad en empresas y también ha puesto de manifiesto que muchas no estaban preparadas para ello porque pensaban de forma rígida.
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