El fenómeno de la compra compulsiva es bien conocido. Tiene su lado malo cuando se vuelve un impulso que no se puede controlar llegando a convertirse en un trastorno psicológico, pero por lo general, se queda en darle algún mandoble a la tarjeta de crédito de vez en cuando de forma controlada. No cabe ninguna duda que el bienestar psicológico de comprar va en la placa del humano y ligado al sesgo cognitivo de la propiedad.
El objeto del post es resaltar la condiciones actuales que facilitan -como nunca- la compra compulsiva.
Hace años, cuando acompañaba a mi mujer a la compra en un hipermercado a unos kilómetros de donde vivíamos, ella sabía que me iba a dar una vuelta por la parte derecha del pasillo de entrada, donde el hiper -con buena tradición del modelo francés- exponía todas las «chorradas» innecesarias y cabeceras de góndolas con las promociones. Siempre tenía que comprar algo que no necesitaba y que al año tenía que hacerme el ánimo de tirar para ganar espacio a trastos inútiles que yo argumentaba como conveniente para uso personal o profesional. Esas góndolas repletas de aparatos electrónicos, de productos para el ordenador, de cajas de colores para los CDs y cuadernos de papel, etcétera, invitaban a comprar con sus precios bajos. Pues ya tenemos las tres claves: acceso, surtido y precio bajo.
Cuando esa tendencia se convierte en trastorno, el precio es muy importante porque esas compras pueden acabar con la economía familiar como lo hace la ludopatía. las compras compulsiva de productos caros también se dan, claro, y es mucho más peligroso. Las compras compulsivas, normales, la de los caprichitos, se basan en productos de precios razonables y en productos de consumo sencillo: libros, productos electrónicos, pequeños electrodomésticos para el hogar, etcétera.
A la característica de precios razonablemente bajos (entre 1 y 25€) hay un gran surtido en muchas tiendas de ese tipo de productos y también de productos generales alimentación incluida, pero, el acceso es la gran aportación a la compra compulsiva normal. El gran número de sites de comercio electrónico mundial ha abierto el acceso y el surtido casi hasta el infinito.
Es muy difícil comprar un sólo libro en Amazon, cuando te recomiendan otros libros similares, cuando puedes tenerlo incluso sin esperar a mañana. Las porterías de muchos edificios están llenas de la sonrisas impresas en las cajas que las atiborran (o, como dicen los expertos en marcas gráficas, de una flecha que lleva de la A a la Z, como símbolo de que pueden cubrir todas las necesidades) y es que nunca ha sido posible comprar tantos productos, tan fácilmente, sin moverse de casa y de precios bajos o relativamente bajos.
La venta compulsiva está lanzada en esta época y supongo que será para siempre si no recibimos instrucción para la compra sosegada. la satisfacción de la compra y el sesgo de propiedad juegan en nuestra compra.