Que hay personas orientadas a la planificación efectiva y, otras que nunca se planifican y que cuando lo hacen nunca se ajusta a la empecinada realidad, es un hecho irrefutable. Es muy fácil crear un test para nos clasificara a cada uno de nosotros y con pocas posibilidades de equivocarse. Basta comprobar el sentido de la puntualidad que tenemos para determinar la capacidad de planificación, por eso hay quien utiliza agenda y quien no la utiliza y la mañana va avanzando como un río de aguas bravas en el que vamos esquivando los obstáculos que se van presentando. Esta conducta es la del optimista, la del que está convencido en que llegará al objetivo sin mayor planificación. La gran mayoría de los emprendedores de la historia tenían y tienen este perfil, se ponen a trabajar para un objetivo y con suerte lo consiguen, aunque no se percaten de las mil ocasiones en las que han estado cerca de la «muerte». Esta debe ser la causa por la que tantas nuevas empresas no llegan a los dos años. Tengo un amigo al que siempre le digo que -al final- va a alcanzar el éxito, a pesar de que lleva varios fracasos empresariales, no se cansa y emprende con la misma ilusión -y más experiencia- en cada nuevo emprendimiento. Acabará acertando, son cosas del emprendimiento en serie.
Por otra parte, están los planificadores menos optimistas incluso pesimistas que se ajustan mucho más a la realidad y llegan a cumplir sus planificaciones, aunque al inicio del camino no conseguían muchos partidarios de su ejecución debido a los números que daban en duración/costes. En los equipos de trabajo, generalmente, los más creativos son del tipo optimista y los directores de proyecto del tipo pesimista o menos optimista y, así, se balancea la planificación.
En el ámbito comercial, los vendedores son poco planificados, por eso no se desaniman cuando el uno de enero les vacían la mochila y comienzan de cero un año más. Lo mismo ocurre cuando en abril van fatal, pero creen que en diciembre llegarán al objetivo y, si les preguntas cómo lo piensan conseguir te responden: «No sé cómo, pero lo conseguiré…», aunque a final del año no habrá cambiado la cosa. Es el efecto planificación, si estructuras la actuación verán lo complicado que es, así que dejas llevar por tu ánimo y esperas que la Divina Providencia haga que «llueva café en el campo».
A fuerza de ser sincero, tengo que añadir que he podido comprobar a lo largo de muchos años a muchos no planificados con golpes de suerte que les ha permitido alcanzar el éxito que buscaban incluso más. No les estoy quitando mérito, aunque se debiera a errores de la propia competencia que desconocían e ignoraban, había que estar allí, «en el área chica» que es donde viven los goleadores.